— No es que me disguste el paisaje de Japón, pero ¿no crees que hemos caminado demasiado?
La voz molesta y cansada de la pelinegra se dejó oír, no era para menos, llevaban ya unos cuantos días andando y el exorcista no había tenido la amabilidad de ayudarla si quiera a ratos con sus maletas, aunque claro, tampoco es que Kurenai se lo hubiera pedido, si algo tenía la shinobi era su orgullo y por nada del mundo aceptaría que necesitaba ayuda, mucho menos de un hombre que había intentado vecerla; tal vez por eso el trayecto había sido tan calmado, ninguno de los dos se había dirigido